Era un lugar tranquilo, lleno de gente, chicos, grandes, muy
grandes, había niños, niñas, hombres, mujeres, ancianos. Era una tarde de
Sábado, eran aproximadamente las 2:30pm, muchos trabajaban medio día, otros no
trabajaban, muchas parejas se reunían ahí para pasar la tarde entera juntos,
pero había algo en la mirada de ese joven sentado en esa banca que llamaba la
atención, tenía los ojos clavados en el pavimento, sólo veía los pies de las
personas pasar, tenía la mente en blanco. Del otro lado del lugar había una
chica haciendo lo mismo, los dos parecían estar pensando en alguien, alguien
que por su seño, les había hecho algo, quizás bueno, quizás malo, lo único
seguro es que estaban pensando en ese alguien.
Repentinamente el joven se levanto de la banca y empezó a
caminar, su cuerpo se movía pero su miraba no cambiaba, seguía fija en el
pavimento, parecía un fantasma, pues podía caminar entre la gente sin verla y
sin chocar con ellas, él no tenía rumbo fijo, sólo caminaba por el lugar. Llegó
a una banca, se sentó, y la vio a su lado, era ella, la chica que, al igual que
él, estaba sentada viendo al pavimento, a diferencia de las otras personas que
se habían sentado a su lado, tuvo la molestia de preguntar:
-Hola, ¿Qué te sucede, estás bien? Te noto algo dispersa. Ella,
cortante, como era su costumbre, contesto; Todo está en orden, gracias por
preguntar.
Ante la agria respuesta, el joven decidió no preguntar más,
volvió a su habitual posición y dejó a la chica en lo suyo.
El tiempo seguía transcurriendo, las personas seguían
vagando, pero el éste parecía no pasar por la banca, pues los dos jóvenes no
cambiaban su posición, ambos viendo fijo al pavimento. Inesperadamente, la chica volteo a ver al
chico sin que este se diera cuenta, al ver que este estaba en la misma posición
que ella, decidió preguntarle:
-¿Y tú qué tienes? Parece que hay algo mal por ahí. Fiel a
su costumbre, platicadora, el joven empezó a contarle todo lo que pasaba por su
cabeza, pues en ella se encontraban los más bellos pensamientos hacia una mujer
de la cual estaba enamorado desde hacía mucho tiempo, pero él no se atrevía a
expresarle sus sentimientos. Atónita, la chica no tuvo mejor respuesta para él
más que un insípido “Espero que todo se resuelva pronto, nadie puede estar
guardando sentimientos tan profundos por tanto tiempo” Inteligentemente, el
joven empezó a platicar con la chica, hablaron de sus respectivas escuelas, él
tenía 15, ella 16 y lo único que los conectaba era su inexpresable afición por
ir a ese parque a sentarse en una banca y pensar, lo más insólito era que los
dos acostumbraban pensar de la misma manera, con la mirada fija al piso. Dieron
las 4:30pm y la chica recordó que tenía cosas por hacer en su casa, que quedaba
a 4 cuadras del lugar, se disculpó con el joven, le dio un beso en la mejilla y
le susurró al oído “me dio gusto encontrarte aquí, en mi lugar favorito, ojalá
nos veamos otro día” el joven se despidió, él no dijo nada, sólo la vio a
alejarse, luego volvió a su posición habitual. Él no le pidió a ella su nombre,
ni su número telefónico, las únicas referencias que tenía eran su edad y su
dirección, la cual no llegaban más allá de un “vivo a 4 cuadras de ahí” que no
le decía mucho, lo que hizo que ese inesperado encuentro, se transformara en un
encuentro casual…como todos.