miércoles, 28 de agosto de 2013

Ensayo de la vejez.

Sentado esperando a que el tiempo deje ya de pasar tan lento y preguntándose por qué el suyo pasó tan rápido. De manos temblorosas y pasos inseguros, tratando de recordar todo lo vivido, extrañando a sus nietos, a sus hijos, a todas esas personas que, según él, hace muy poco tiempo estaban ahí todos días, todo el día. ¿Hace cuanto que ella no está? ¿Hace cuanto que su compañera de vida emprendió un nuevo viaje y lo dejo solo esperando a que el suyo terminara? El llanto es la única fuente que lo hace sentir vivo, que lo hace sentir. Las noches son más largas y más insoportables, el miedo siempre está ahí, sus fantasmas del pasado también. La soledad está acabando con su cordura y paciencia, los números, los nombres, las direcciones  desaparecen de repente de su mente para no volver jamás y son esos escasos y milagrosos momentos de lucidez en los que se da cuenta que a esas alturas de su vida, en donde la soledad, la cordura y sobre todo la felicidad se burlan de él que se percata que la única acompañante que le queda es la vejez. 

jueves, 1 de agosto de 2013

Irreversible.

PARTE SEIS. 
ÚLTIMA PARTE. 

•••
En punto de las 10 de la mañana del martes el teléfono de Enrique Martínez Álvarez comenzó a sonar, era Nayelli, su secretaria que le anunciaba que su cita acababa de llegar. El señor Martínez contestó con un escueto “Que pase” mientras se volvía a acomodar la corbata y trataba de calmar sus nervios.
Nayelli abrió la puerta y Ricardo se paró en el marco de ella, Nayelli salió de la oficina y se quedaron los dos solos.
—Toma asiento, por favor— le dijo Enrique a Ricardo.
—Sí, gracias. —Ricardo se sentó y puso sus codos sobre el escritorio. Él sólo venía por respuestas.
— ¿Y a qué viene? —Eso no era lo que Ricardo quería oír, de modo que decidió tomar las riendas de la conversación. Esto se tiene que resolver hoy.
— ¿Cómo que a qué vengo?  Vengo a que me digas la verdad. ¡Soy tu hijo! ¿Por qué no me reconociste como tal? Todos me mintieron, necesito que me digas todo. —Enrique se recargó bien en su silla y abrió una de los cajones, sacó  su chequera y sin pensarlo dos veces se la lanzó a Ricardo.
— ¿Cuánto por no volver a aparecer en mi vida nunca más? Pon los ceros que quieras, estoy dispuesto lo que sea.  
—Wow, esperaba todo menos esto…Sólo dime que pasó y sin precio alguno dejo tu vida para siempre. —Contestó Ricardo.
—No tengo nada que decirte, absolutamente nada. Si dejé a tu madre fue porque tenía otra familia, otra familia que me hacía más feliz. No sé porqué viniste a buscarme, tu mamá te mintió porque sabía que yo no quería ser tu padre y en realidad sigo sin querer serlo. Nunca debiste buscarme, en mi no vas a encontrar jamás a tu figura paterna. Regresa a tu realidad y déjame seguir con la mía. —Enrique estaba a punto de llamar a los de seguridad cuando Ricardo, con lágrimas en los ojos dejó su oficina sin hacer una sola rabieta, sólo se fue.
•••
Agradecí a Nayelli su amabilidad y me dirigí al elevador, desganado presiono el botón que me llevará a mi auto. Ya dentro del elevador me contengo y trato de no llorar, pero no lo logro, es inevitable llorar después de una decepción tan grande. Ni siquiera sé si es por tristeza o por coraje. No espero que Enrique se retracte, debo dejarlo ir y regresar a mi realidad, como bien dijo él.  Ya dejé todo por conocer al que jamás fue mi padre ¿Cómo voy a reconstruir todo esto? ¿Qué es lo peor que le puede pasar a quien ya le pasó lo que, según él, era lo peor que podía pasarle?
Me seco las lágrimas y me dirijo al café en donde vi por última vez a mi madre. Al llegar, me siento en la misma mesa en donde todo este drama comenzó, saco mi celular y marco, nervioso, a casa de mi mamá.
— ¿Sí? —Contesta Sergio y un nudo enorme se forma en mi garganta.
—Hola,  habla Ricardo. —inmediatamente su voz se transforma.
—Ah, ¿Quieres que te pase a tu mamá?
—No, sólo quería decirte una cosa rápido. —Mi voz se empieza a quebrar.
— ¿Qué cosa, Ricardo?
—Perdón, papá.