—Ha usted admitido la culpa de todos los homicidios que se le achacan. ¿No es así?
—Así es.
—¿A qué se debió este comportamiento, por qué causarle dolor a tantas personas?
—Me crió una familia amorosa, con unos padres entregados a sus hijos, soy uno de cinco hermanos, asistíamos a la iglesia, éramos una familia normal. Pero a los 12 años mis compañeros del colegio comenzaron a experimentar cosas nuevas...a esa edad realicé mi primer asesinato. Maté a mi perro a cuchilladas.
—¿Y qué sintió al matar a su perro?
—Placer.
—Y después de matar a su perro, ¿Qué lo llevó a matar a hombres y a mujeres?
—Soy adicto a las drogas, pero no voy a culparlas por mi comportamiento. Es sólo que cuando matas a alguien por primera vez, sientes la necesidad de hacerlo de nuevo y después ya no te puedes detener. Es como un vicio.
—¿Qué sentiste después de matar a Ana Sánchez, tu primera víctima?
—Fue como salir de un transe horrible, como despertar de una pesadilla.
—¿Nunca pensaste que fueras capaz de algo así?
—No tengo palabras para describir—se llevó sus manos a la frente, nervioso— Primero: el deseo ardiente de hacer algo como eso y después de hacerlo ver que todo seguía igual, que no pasaba absolutamente nada...era impresionante.
—¿Te arrepientes de haber asesinado gente?
—No.
—Una de tus últimas víctimas fue Jimena Ortega, de 14 años. Quizás fue el homicidio que más enardeció a la gente. ¿Por qué asesinar a una niña inocente que va de regreso a su casa?
—Es difícil explicar y es difícil para mi hablar de eso en este momento.
—¿Por qué además de matarla la violaste?
—No sé, sólo deseaba placer. Pedía a gritos algo de placer en esa mañana...ella me pareció indicada.
—¿Te arrepientes de haber violado y asesinado a Jimena Ortega?
—En absoluto.
—La gente lo desprecia y con muy buenas razones, pero, ¿Usted cree que encontró la paz y el perdón de Dios en este lugar?
—Definitivamente sí. Debemos recordar que todos moriremos algún día, todos somos víctimas de nuestro de destino, a todos nos llega nuestro tiempo...así me tocó a mi y aquí estoy.
El inspector dejó la sala, sorprendido, deshecho. El asesino fue ejecutado una hora después.