—¿Qué haces aquí?
—Lo mismo que tú, comprando.
—Solíamos comprar aquí, ¿Recuerdas?
—¡Claro que lo recuerdo!
—Bueno, que estés bien, ojalá nos veamos...pronto.
Ella salió de ahí y se dirigió a otra parte del centro comercial y se vio con su novio 30 minutos después.
Por su parte, él, él comprobó que las más grandes palabras de amor están entre dos gentes que no se dicen nada y siguiendo las prescripciones de la moral en turno, se recetó tiempo, abstinencia, soledad.
Siguió su camino con la seguridad de que tarde que temprano encontraría a una mujer que lo quisiera tanto como el la querría a ella, serían felices un tiempo indeterminado pues era consiente que a sus 23 años el "por siempre" era sólo una utopía. Dobló en la siguiente esquina, seguía maquinando pensamientos inimaginables, pensando, pensando en ella, esa persona que lo haría feliz y decidió dejar de hacerlo y enfrentar la balacera que es la vida de frente y esperar pacientemente a la persona indicada. ¿Qué otra cosa puede hacer?
miércoles, 17 de octubre de 2012
jueves, 4 de octubre de 2012
La cartera.
Caminar es algo relajante, al menos así pensaba él.
Amaba caminar por las bellas calles de la colonia Condesa cuando en una tarde de otoño se encontró con ella. Sus pantalones rojos combinaban perfecto con la calle y las abundantes hojas secas que el otoño tiraba al piso. Caminaba por la Calle Alfonso Reyes cuando ella tiró su cartera, no pasaron más de 10 minutos cuando él la recogió, la abrió y vio que le pertenecía a la chica del pantalón rojo que acaba de ver, guardo la cartera en su bolsillo y siguió caminando con la esperanza de encontrarla para regresarle su cartera. No la encontró.
Llego a su departamento, saco la cartera y empezó a ver que había en ella. Había de todo, boletos del cine, tickets, monedas de otros países y escasos $50; saco de uno de los compartimentos su credencial de elector, apuntó la dirección y al día siguiente salió a buscarla.
Así fue como llego a un departamento aledaño al Parque España, toco el timbre y ella atendió la puerta.
—¿Diga?
—Hola, vengo a entregarle su cartera, la encontré tirada en la Condesa.
—¡Muchísimas gracias! ¿Gustas pasar a tomar algo?
Así empezó una larga charla, sus nombres eran lo de menos, él era admirador Cid Campeador y ella tenía el nombre de la esposa de aquel mítico héroe español. Ambos, al verse, pesaban sólo en una cosa...
"Es el indicado", por parte de ella, y evidentemente, "Es la indicada" por parte de él.
Amaba caminar por las bellas calles de la colonia Condesa cuando en una tarde de otoño se encontró con ella. Sus pantalones rojos combinaban perfecto con la calle y las abundantes hojas secas que el otoño tiraba al piso. Caminaba por la Calle Alfonso Reyes cuando ella tiró su cartera, no pasaron más de 10 minutos cuando él la recogió, la abrió y vio que le pertenecía a la chica del pantalón rojo que acaba de ver, guardo la cartera en su bolsillo y siguió caminando con la esperanza de encontrarla para regresarle su cartera. No la encontró.
Llego a su departamento, saco la cartera y empezó a ver que había en ella. Había de todo, boletos del cine, tickets, monedas de otros países y escasos $50; saco de uno de los compartimentos su credencial de elector, apuntó la dirección y al día siguiente salió a buscarla.
Así fue como llego a un departamento aledaño al Parque España, toco el timbre y ella atendió la puerta.
—¿Diga?
—Hola, vengo a entregarle su cartera, la encontré tirada en la Condesa.
—¡Muchísimas gracias! ¿Gustas pasar a tomar algo?
Así empezó una larga charla, sus nombres eran lo de menos, él era admirador Cid Campeador y ella tenía el nombre de la esposa de aquel mítico héroe español. Ambos, al verse, pesaban sólo en una cosa...
"Es el indicado", por parte de ella, y evidentemente, "Es la indicada" por parte de él.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)