—¿Qué haces aquí?
—Lo mismo que tú, comprando.
—Solíamos comprar aquí, ¿Recuerdas?
—¡Claro que lo recuerdo!
—Bueno, que estés bien, ojalá nos veamos...pronto.
Ella salió de ahí y se dirigió a otra parte del centro comercial y se vio con su novio 30 minutos después.
Por su parte, él, él comprobó que las más grandes palabras de amor están entre dos gentes que no se dicen nada y siguiendo las prescripciones de la moral en turno, se recetó tiempo, abstinencia, soledad.
Siguió su camino con la seguridad de que tarde que temprano encontraría a una mujer que lo quisiera tanto como el la querría a ella, serían felices un tiempo indeterminado pues era consiente que a sus 23 años el "por siempre" era sólo una utopía. Dobló en la siguiente esquina, seguía maquinando pensamientos inimaginables, pensando, pensando en ella, esa persona que lo haría feliz y decidió dejar de hacerlo y enfrentar la balacera que es la vida de frente y esperar pacientemente a la persona indicada. ¿Qué otra cosa puede hacer?
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