sábado, 10 de noviembre de 2012

Rojo

                      Para Carla, como siempre. 



¿Qué hay detrás de esa mirada, esos gestos, esos labios, de esos cabellos rojos?
Cabello chino y rojo que puede enredarte y no soltarte jamás.
Pequeños ojos que logran hipnotizarte tanto como las diversas muecas que con estos puede hacer.
Su tono de piel casi pálido combina perfecto con las pecas de sus mejillas, pecas que he tratado de contar pero me encuentro con un hermoso rostro, con unos labios muy delgados color rosa que, a decir verdad, más de una vez me han dado ganas de besar.
Tu risa trabada, tus manos pequeñas, tu voz tibia, tu color de piel blanco que se torna rojo con el sol.
Tu afición por las series, las corbatas de moño, los suéteres de rombos, los libros, la ropa de marca, los zapatos. Cada una de las cosas que te hacen única e irrepetible, son las que hacen que al verte me hagan pensar: ¡Qué hermosa eres!
No importa si estás caminando por la banqueta, sentada tomando café, si tienes vestido y tacones o pijama y pantuflas. Eres tú y tú color rojo...el que me enamora cada vez más al verte.

No lo vuelvo a hacer.

Me despertó el penetrante olor de un cigarro mal apagado y un terrible dolor de cabeza, me levanté más por instinto que por voluntad, me senté a la orilla de la cama y mire al rededor. A mis pies había envolturas de condones, había cabellos de mujer en mi almohada y olor de perfume combinado con alcohol en el ambiente. ¿Con quien habrá sido? ¿La pelirroja, la rubia, la de escote pronunciado, la de minifalda? De pronto todas parecían ser la misma persona. ¿CON QUIÉN FUE?
Corrí a la sala en busca de mi teléfono, al abrir la puerta encontré un camino de ropa en el piso, sólo estaba la mía. Se había ido. Fragmentos de la noche pasada atravesaban mi cabeza, me preparé un café, me puse algo de ropa y me senté en el sillón. Había en total 23 colillas de cigarro en el cenicero y 7 botellas; 3 de vodka, 2 de tequila y 2 de whisky, todas vacías. Era evidente que había sido una borrachera impresionante, ¿Pero cómo llegamos a mi casa, en dónde la conocí?
Busque en mi pantalón y en mi camisa tratando de encontrar un indicio y encontré un ticket de un restaurante ubicado en la condesa, detrás del ticket se encontraba un número de telefónico y una hora, las 23:39.
Me terminé mi café y cogí el teléfono para llamarle a mi mejor amigo, él me relató que fuimos a ese restaurante y después nos dirigimos a un antro, pero que me fui muy temprano argumentando problemas familiares. ¿Y después qué? Estaba con la mitad del rompecabezas resuelto. Regrese a mi cuarto en busca de respuestas, quite las sabanas pero no encontré nada. Encontré mi celular debajo de la cama, tenía el 10% de batería, lo desbloquee y comencé a ver las fotos. Ahí estaba la respuesta. No era la rubia, no era la de escote pronunciado, ni la de minifalda, mucho menos la pelirroja. Reí nervioso. Se trataba ni más ni menos de mi mejor amiga, en mi celular había vídeos y miles de fotos de lo ocurrido. Comenzó a sonar el teléfono, corrí a la sala para contestar.
—¿Sí? Contesté.
—¿Rodrigo? Preguntó una voz aguda y tímida, en efecto, era ella.
Al oír su voz sólo una expresión pasaba por mi cabeza:
No lo vuelvo a hacer.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Universitario.

Él era periodista, ella estaba por terminar su carrera en ingeniería civil. Ambos corrían por la Av. Insurgentes Sur, él traía el periódico del día y ella unos planos. Sin fijarse, abordaron el Metrobús de Nuevo León al mismo tiempo y por la misma puerta, ambos hicieron el típico contacto visual del Transporte Público, o sea, un sutil escaneo de la persona que se encuentra enfrente.
Él alcanza a ver en su porta planos una calcomanía de los Pumas y ahí empieza la plática.
—¿Eres universitaria? Preguntó él
—¡Claro! ¿Te refieres a que si estudio en C.U, cierto?
—Así es, es que yo también estudio ahí.
¿Qué tanto le puede importar a un escritor las cosas de una ingeniera y viceversa?
Quizás era el basto léxico de él o la entrega y pasión de ella, lo importante es que él se encontraba seducido por ella tanto como ella por él.
Bajaron en la estación Ciudad Universitaria, él caminaría a su facultad, ella esperaría el PumaBus. ¿Eran el uno para el otro? Quizás tú creas que sí, que el periodismo se complementa perfectamente con la ingeniería, pero el escritor y la ingeniera indirectamente sabían era que sus mundos estaban inmensamente distantes del otro y a sí mismo, no encajaban el uno en el otro.
Ella abordo el PumaBus, él camino y en punto de las 8:00am llegaron a sus respectivas facultades para continuar con su realidad.