viernes, 4 de enero de 2013

Náufrago

PARTE UNO.

¿Qué hacer cuando sabes que no puedes aspirar a más en un trabajo, cuando al parecer no hay nada que la vida puede ofrecerte? ¿Cómo reaccionar cuando ves que tus hijos dejan de ser tuyos y empiezan a hacer su camino en la vida?  Éstas preguntas atormentaban de una manera impresionante la cabeza del LRI Raúl Sabines, quiena sus 45 años se sabía lleno de la vida, pues en su trabajo había finalmente llegado a lo más alto que un mexicano podría llegar en esa empresa internacional, a Raúl no le iba nada mal, tenía una casa en Polanco, coche último modelo, un par de hermosos hijos y una adorable esposa. 
Pedro y Sofía eran los nombres de sus hijos, Pedro, el menor,  de 15 años y estaba por salir de la secundaria, por su parte, Sofía tenía casi 18 años y estaba terminando la preparatoria.
La vida de Raúl era muy monótona, se levantaba exactamente a las 6:05am pero no para despertar a sus hijos, “ellos ya están lo suficientemente grandes y pueden hacer todo solos” decía el señor, se levantaba a esa hora para meterse a bañar, actividad que no le tomaba más de 15 minutos,después de bañarse escogía de entre los 10 trajes en su ropero el adecuado para ese día y luego le dedicaba 15 minutos de su valioso tiempo a escoger meticulosamente la corbata que usaría ese día. Todo tomaba a lo mucho 45 minutos y extrañamente siempre bajaba a desayunar cuando sus hijos estaban por salir, a Pedro lo llevaba el chofer y Sofía ya tenía su coche.  Su puesto como Licenciado en Relaciones Internacionales le daba el lujo a Raúl de poder llegar más tarde que los demás, su hora de entrada era a las 10:00, lo que pocos sabían era que él era de los últimos en llegar y de los últimos en irse, no en balde era el mexicano mejor colocado en esa empresa, era muy dedicado.
Aranza era el nombre de su esposa y madre de sus 2 hijos, se conocieron en la universidad y desde entonces no se han separado, “Ella es el amor encarnado” decía Raúl, “No sé, encontré algo en él que me fascino” decía Aranza. Ella dejó de trabajar en el verano del 94’, cuando Raúl empezó a ganar más y a su vez decidió darse el lujo de además de mantener a sus 2 hijos, hacer lo mismo con su esposa. Aranza estaba muy orgullosa de su familia, siempre ha dicho que le gustaría tener más acción en su vida, pero cree firmemente que con el paso del tiempo tarde o temprano los humanos caemos en una vida rutinaria.
Esa mañana, Raúl salió más temprano de lo normal alegando que habría una manifestación en Paseo de la Reforma que le impediría llegar a las 10:00 a su oficina, sus hijos estaban atrapados en el habitual tráfico de un viernes de quincena, mientras, Aranza sentía un sinsabor enorme, lo que ninguno de los cuatro sabía es que a partir de ese viernes sus vidas darían un cambio drástico.  

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