PARTE TRES.
Pedro y Sofía regresaron de la escuela, tuvieron una reunión
familiar, las cartas estaban en la mesa. Ellos accedieron –en realidad no tenían
de otra- y al día siguiente pusieron todo en venta: autos, computadoras,
muebles, todo para poder afrontar con los mayores recursos posibles la inevitable
crisis que se venía. Y así, al cabo de una semana, la mayoría de las pertenecías
estaban ya vendidas, entre ellas, coches de ambos hijos, por consiguiente,
Pedro y Sofía ahora viajaba a la mayoría de los lugares en taxi o a veces
tenían que caminar.
Raúl había recibido ya su liquidación, la familia había
vendido ya algunas cosas valiosas, podrían juntas sin problemas $300,00 para
sobrevivir en lo que encontraban trabajo. Se sentían salvados.
Al día siguiente, Sofía dejó su casa 20 minutos antes, pues
debía llegar a hacer un trabajo a la escuela. Llegó a la Avenida y espero por
un taxi, no pasó ninguno vacío y comenzó a caminar. Caminaba en medio de la
oscuridad, trataba de ir lo más rápido posible pero el peso de su mochila no la
dejaba. Todo parecía ir bien hasta que
llegó a un parque que debía atravesar. Sofía respiró hondo, agarró su mochila
con todas su fueras y comenzó a cruzar el parque. A los poco metros empezó a
sentir paso detrás de ella, pudo ver dos siluetas acercarse, trató de guardar
la calma y seguir su camino. De pronto sintió una mano en su hombro, al tratar de voltear sólo vio el puño aproximarse
a su rostro. Estaba inconsciente. Los maleantes la subieron a una camioneta. Después de unas calles, los secuestradores
hicieron el usual cambio de coche a un Valiant 68, dieron vueltas de más para
marear a Sofía, una hora después se detuvieron, bajaron a una Sofía aún
atolondrada y junto con los secuestradores entraron a una puerta de zaguán negro
enorme. Era la casa de seguridad.
La metieron a un cuarto oscuro con apenas un colchón en el
piso. Pasó la primera noche y solo le dieron un pequeño pedazo de pan para
cenar. La golpearon y la amordazaron, luego buscaron en sus pertenecías alguna
cartera para sacar todo el dinero posible, una vez recabado el dinero, pasaron
al siguiente paso: El Rescate.
Todo estaba meticulosamente preparado, los secuestradores
observaron durante semanas a la familia de Raúl para saber sus rutinas diarias,
también sabían el puesto que Raúl tenía. Marcaron el número.
— ¿¡Sofía?! — Contestó una exaltada madre.
— Su Sofía está secuestrada, si quiere volver a verla,
necesito $3,000,000 a más tardar el Miércoles— El secuestrador colgó.
Atónita, Aranza quedó en shock, su hijo podía ver su
angustia, se acercó y la única respuesta que consiguió de su madre fue un espantoso
y quebrantador llanto.
Raúl llegó casi a medianoche, había sido otro largo día sin
encontrar trabajo. Aranza trató de ser breve, ambos se sentaron en la sala y
ella soltó la noticia.
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