lunes, 14 de enero de 2013

Náufrago.

 
 PARTE CUATRO.
— Nuestra hija está secuestrada. — Un silencio incómodo se adueñó de la sala y de la casa entera.
— ¿¡Cómo sabes, ya pidieron el rescate?!  — Contestó un nervioso Raúl.
— Sí, pidieron $3,000,000 — Aranza se soltó a llorar.

Raúl no sabía qué hacer ni que decir, estaba desecho, destrozado. ¿DE DÓNDE SACARÍA TRES MILLONES DE PESOS?

Los días pasaban más lentos que de costumbre, la familia entera hacía cuentas, pero estas no salían. Los fondos de la familia apenas rasguñaban los $20,000. Aranza se desmoronaba con el paso de las horas.  Raúl comenzó a pedir favores, pero no alcanzaba. ¡¿TRES MILLONES DE PESOS?! Raúl perdía la esperanza con el paso del tiempo.

Lunes 01:20am. La primera llamada de amenaza.
Suena el teléfono, a Aranza no le dio tiempo ni de contestar el típico "¿bueno?" cuando la sarta de groserías comenzó.  
— ¡¿Ya tienes el dinero cabrón?!  El tiempo se acaba, ya casi es miércoles.

De igual manera no hubo tiempo siquiera de contestar cuando colgaron.
Raúl salía a primera hora sin rumbo fijo, las horas parecía pasar más rápido, la desesperación se apoderaba de él y de todos los inquilinos de la casa.
Ese Lunes, Raúl arribó a 3 diferentes empresas, en todas comentó su situación y después de una áspera conversación recibía el típico "Nosotros te llamamos." 
Quizás ese lunes fue el más difícil del proceso, Raúl llegó a la casa aproximadamente a las 21:00pm, entró a su casa, dejó su portafolio, se aflojó la corbata, se sentó en el sillón y empezó a llorar. Estaba resignado, no podía juntar 3,000,000 en 2 días. Al oír el ruido, Aranza salió a ver y encontró a su esposo destrozado.  Aranza y su esposo logran conciliar el sueño hasta las 2:00am, una parte de ellos sabía que era imposible, mientras que la otra simplemente esperaba un milagro.

Despertaron el martes con una nueva llamada de sus secuestradores, esta vez contestó Raúl.
— ¿Sí?  
— El tiempo se agota, ¿A caso no quieres a tu hija? — En el fondo se escuchaban los gritos de Sofía.
— Necesito más tiempo, por favor.
— Lo siento, lo único que puedo hacer por ti es empezar a mandarte a tu hija…en pedacitos. A ver si así tomas más en serio esto.  
Colgaron.
Coraje, impotencia, ira, un sinfín de sentimientos atravesaron el cuerpo de Raúl que lo único que hizo fue lavarse la cara, ponerse un traje y salir a buscar algo, alguien, tratar de hacer un milagro.  No había nada diferente a comparación de los días anteriores, Raúl se paseaba de empresa en empresa, pero no recibía la respuesta que esperaba. 
A las 6 de la tarde a Aranza se le acabaron los rosarios, se esfumaron todas las oraciones, lo único que había en ella era un enorme enojo. Empezó a culpar a Dios de todo lo que le había sucedido. De pronto llamaron a la puerta, cuando Aranza abrió, encontró una caja de zapatos en el piso, por su cabeza pasaron millones de cosas, el miedo se apoderó de ella y decidió esperar a que Raúl llegara para abrir el paquete.

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