PARTE CINCO.
Las ansias de saber el contenido del paquete consumían a
Aranza, Raúl parecía no llegar nunca, ella estaba desesperada, quería saber lo
que le deparaba a su familia.
A las 23:00 escuchó las llaves de Raúl penetrar la chapa de
la puerta, al ver cara de su marido se dio cuenta de todo. Aranza estaba
deshecha, pero su coraje era más grande de modo que escondió sus lagrimas,
invitó a su esposo a sentar se el sofá con ella y de un golpe abrieron la caja.
Lo que había allí dentro era simplemente asqueroso y triste.
En la caja se encontraban pedazos de la blusa de Sofía, evidentemente llenas de
sangre, los cachos de ropa eran la triste envoltura de tres dedos de su hija,
de Sofía. Aranza entró en shock, Raúl
sintió que el mundo se detenía, que ya no tenía motivos para vivir.
Sonó el teléfono de nuevo, Raúl estaba lleno de rencor,
sabía que eran ellos y decidió enfrentarlo, aunque sólo fuera por teléfono.
— ¿¡Qué le hicieron a mi hija?!
— ¿Te gustó nuestro regalo? Tu tiempo se agota. — Los
secuestradores, de nueva forma, no dieron tiempo de reacción y colgaron el
teléfono.
Aranza y Raúl sabían que era inevitable, se tomaron de la
mano y lloraron juntos, una vez más, toda la noche.
Llegó el día que no parecía llegar; miércoles. A diferencia
de los otros días, la pareja no fue despertada abruptamente. Los nervios de la
pareja se podían sentir en el ambiente. Aranza preparó café, Raúl se puso la primera prenda que
encontró y ambos se sentaron en la sala viendo al teléfono, esperando a que el
momento llegara. El tiempo parecía no transcurrir, el café parecía no
enfriarse.
Sonó el teléfono.
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