viernes, 29 de marzo de 2013

Americano, por favor.

Una pareja en un café de Polanco está charlando sobre su futuro, un futuro incierto. Los veo y escucho su conversación involuntariamente, ya me han pasado muchas cosas hoy y estoy aquí sentado tratando de buscar una respuesta, un por qué de todas las cosas que habían pasado, supongo que escucharlos no me vendría mal, no me aportaría nada, pero tampoco me quitaría. Me siento, prendo mi cuarto cigarro en un hora, tomo asiento en la mesa contigua a ellos y con mi café americano decido oírlos.
No parecen ser extraños o nuevos conocidos, se hablan con mucha confianza, confianza de amigos.
—Me gustas. —le dice el muchacho con una gran confianza.
La chica de cabello castaño no parece sorprendida.
—Pero ¿Por qué? Llevo años de conocerte y me vienes a decir esto hasta ahora.
—Quizás este es el momento indicado, me fije en ti hasta ahora porque era el momento.
—Eres mi mejor amigo, te considero mi hermano. Esto no puede ser ¿A dónde iremos cuando todo termine, Qué haremos?
El miedo de ella es normal, el miedo a lo desconocido que tiene todo el mundo. Parece que la conversación no irá a más, no creo que ella cambie su postura.
—Necesito a alguien como tú en mi vida, alguien que me ayude a sortear mis problemas. Necesito una guía.
—No sé, Daniel, tengo miedo.
—¿Miedo de que no funcione?
—No, miedo a enamorarme de ti, de tu forma de hablar, de escribir, de vestir. Que todas esas cosas que siempre me han gustado de ti, que hagan eco en mi y deje de verte como mi mejor amigo y pase a verte como mi pareja, mi novio.
—Ven conmigo, Andrea, te invito a explorar mi mundo desde más cerca, a conocerme desde otra perspectiva.
—¿Y si cuando me conozcas mejor te arrepientes? ¿Y si en realidad no soy lo que crees?
—Llevo suficiente tiempo escuchándote, viéndote ¡Claro que lo eres!
De pronto, los inundó un silencio, de esos silencios entre dos personas que temen a ser queridos, un silencio terrible que, en cuestión de segundos -que parecen horas- Daniel rompe.
—Te juro que después pensarlo a fondo, lo único que necesito en mi vida es a ti, que seas una parte todavía más importante. Te necesito para ser feliz. Dame una oportunidad.
Andrea se sonroja, no puede siquiera verlo a los ojos, después de tremenda confesión lo único que su lenguaje corporal deja ver es un "sí, quiero estar contigo" que evidentemente sólo yo como espectador puedo lograr ver. Andrea se disculpa y va al baño. Él trata de encontrar un distractor que lo calme, parece ser que las confesiones no terminan ahí. Después de esperar lo que parece una eternidad, ella regresa y se sienta, veo determinación en su mirada.
—¿Y si destrozo tu corazón? ¿Y si me dejas de importar tanto? Sabes perfectamente como soy, cuantos chavos han estado conmigo y se han rendido argumentando que soy muy fría en las relaciones. Daniel, no sé ni siquiera quien soy, mucho menos sé expresar mis sentimientos hacia alguien.
—Eres todo lo que necesito.
Después de éstas palabras, a la chica se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas. Él sostuvo sus manos en las suyas y se fundieron en un hermoso beso.
—Gracias.—Dijo ella viéndolo a los ojos, entregándose por completo y depositando toda su confianza en él.
Ambos pidieron la cuenta y se marcharon. 16 minutos después y muy sorprendido de lo que acababa de ver, apague el quinto cigarro de la tarde, pague mi café y dejé el lugar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario