PARTE TRES.
Introduzco la llave en la chapa de la puerta, Saúl no está -como de costumbre- y desganado me siento en el sillón, enciendo un cigarro y siento como, caprichosas, las lágrimas empiezan a recorrer mis mejillas «Con que así se siente la soledad, eh» Me digo a mi mismo. Sigo pensando en mi papá, en mi verdadero papá. ¿Cómo se llamará, en dónde vivirá? ¿Se acordará de mi? Tantas cosas debo reprocharle, quiero contarle lo mal que me la he pasado desde que me enteré de su existencia, quiero abrazarlo, quiero verlo.
Algo en mi pantalón empieza a vibrar, es mi celular.
"¿Comemos?" Pregunta Nicole.
"Claro, paso a las cinco por ti. Beso" contesto.
Salgo dos horas antes de lo previsto para dirigirme, de nueva cuenta, a casa de mi mamá, que muy seguramente, todavía no se recupera de lo sucedido. Toco la puerta y en cuanto Sergio abre y ve mi rostro la vuelve a cerrar.
—¡NECESITO HABLAR CON MI MAMÁ!—Le grito.
—Ella no quiere hablar contigo.—Me contesta.
—¡Sólo quiero saber como se llama mi papá, carajo, tengo derecho a saberlo!—Al oír eso, mi mamá, entre llantos, sale y me lo dice.
–Enrique, se llama Enrique.
—¿Enrique, qué?
—Martínez—contesta, escueta.
—¿A qué se dedica, o qué?
—No tengo la menor idea, antes de que saliera de mi vida, sus papás le iban a heredar acciones de los seguros AIG. Con eso tienes.
—Gracias, mamá.—Sin recibir respuesta, cerró la puerta.
Una vez en el restaurante junto a Nicole y después de oír otra vez sus pláticas acerca de las intensas vidas de sus amigas, decidí contarle acerca de mis propios problemas.
—Ya sé como se llama mi papá.
—Eso sí que debe ser duro. ¿Cómo está tu mamá?
—Mi mamá es lo de menos.
—No digas tonterías. Entonces, ¿Qué vas a hacer?
—Tu papá sigue teniendo contacto con el Instituto Nacional de Estadística?
—Necesito buscar a Enrique Martínez Álvarez.—la cara de Nicole se transformó por completo.
—¿Y quién es ese?
—Mi papá, voy a buscarlo.
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