PARTE SEIS.
Última parte.
— ¡¿Bueno?! — Atendió el teléfono un tímido y cansado Raúl.
— ¿Ya tienes el dinero? Dime la verdad, para no verme en la
necesidad de trasladarme en vano.
— Necesito más tiempo…
— ¡¡Ya habíamos hablado de eso, cabrón!! ¡¿Cuánto juntaste?!
— $350,000
— Uy, eso es muy poco,
te lo advertí, pendejo. — En ese momento pusieron a Sofía al teléfono — Dile
tus últimas palabras a tu papi.
Sofía no logró hilar siquiera un par de palabras, sus
palabras se confundían entre su llanto y sus gritos, Aranza y Raúl sólo estaban
expectantes. De pronto, Raúl empezó a oír un sonido muy parecido al de
una silla, cuando de pronto el secuestrador le gritó a sus cómplices.
— Amárrenla ahí. ¡Pero rapidito cabrones!
Aranza suplicaba por una prorroga, juraba que tendría el
dinero. No tuvo respuesta. El secuestrador se acercó a la bocina por última
vez.
—Se los advertí a ambos, yo no me ando con jueguitos, su
hija no es un juego. — Sacó su pistola y la cargó.
Raúl y Aranza no dejaban de llorar cuando de pronto el
secuestrador tiró del gatillo. Al oír ese tremendo disparo, miles de imágenes pasaron
por la mente de ambos, recordaron todos los festivales a los que no asistieron
por cuestiones de trabajo, todas las horas de estudio a las que se rehusaron
argumentando cansancio. Las lágrimas no cesaban, su hija había partido ya, se
las habían arrebatado. Raúl y Aranza se
fijamente y se fundieron en un abrazo.
La pareja había asumido ya su conciencia de náufragos.
— ¿En dónde estamos?
La voz grave de Raúl le contestó a su esposa: — En los más profundos infiernos.